Solo siento las miradas abatidas de la gente
contemplando el cemento que más tarde dejará de sujetarles.
Empecemos a mirar por dentro a los demás
para poder parecer humanos y no simples máquinas,
conquistemos sonrisas sin puñaladas por la espalda.
Sin trampa.
Sin cartón como casa.
Desolación, destrucción y escándalo como armas mortíferas
buscando un cuarto deshecho al que dejar sin luz.
Basta.
¿La lucha es resignarse cada mañana
a encontrar motivos hasta debajo de las sábanas?
¿Una sola palabra que impida el abandono
de unos ojos a la oscuridad de unas ventanas frías y cerradas?
No.
Gritemos alto que es lo que queremos
enseñemos un alma limpia dejando atrás la hostilidad que nos ensucia.
Lloremos con la cara descubierta de alegría o de tristeza
pero hagamos algo con lo que sepamos que después vamos a reír
aunque sea por puro agotamiento.
Dejemos de cargarnos el mundo,
que las guerras con victoria solo son en la cama y con la Luna llena.
Daros cuenta.
Tenemos que llenar de escrúpulos las cabezas
de los encorbatados que llevan la hipocresía como bandera
y la mentira como reliquia duradera.
Mientras tanto los del traje y los bolsillos plagados de billetes
tenéis que dejar de matar lentamente a la libertad, a los derechos
y a las personas, dejadlo porque solo hacéis daño. Poned el freno.
Stop.
Se trata de romper el conformismo y desechar la indiferencia.
Es hora de sustituir las balas por besos
de no levantar manos para demostrar una fuerza que no existe
y de sacar el corazón a bailar y no en un combate a morir.
Nuestro silencio no se paga, nuestras vidas no se compran
y habéis roto las reglas.
Somos nosotros los que tenemos que aprender a (sobre)vivir
en una sociedad con temor al fracaso.
Aprender a sumar horas felices y no a restringir vida
en un desmoronamiento incontrolable de principios
en el que los finales no tienen soluciones eficaces.
Esto es mi revolución en verso.
Comencemos.
https://www.youtube.com/watch?v=KN44axurUqY
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