viernes, 28 de febrero de 2014

Esas ganas de ser poesía.

La poesía puede ser un día de otoño
con el Sol a medio camino entre tus dedos y las hojas cayendo.
La poesía tiembla cuando una madre acaricia a su hijo,
y respira tranquila cuando ve a una niña comerse un helado de tres bolas
sin que se caigan, con toda la boca manchada, entusiasmada.

La poesía son versos medidos,
como los pasos que hay de mis labios a los tuyos en milímetros.
La poesía es un escalofrío en una madrugada veraniega
cuando el cansancio te ha abandonado a su suerte.

La poesía es una máquina de escribir
guardada en el trastero de la soledad,
que nadie recuerda excepto yo.
La poesía es arte estancado en las venas
inimaginables del cuerpo de cualquier extraño
con un poco de sentido común.

La poesía son dudas manchadas de tristeza
y tres tragos de melancolía cuando el desamor acecha.
La poesía son tus ojos reflejándose en el mar
y mis manos intentando no soltarte en una inmersión
de sentimientos a pleno pulmón, cuando me dejas sin respiración.

Poesía es ver el vaso medio lleno cuando todo va mal.
Y los semáforos en verde cuatro pasos de cebra seguidos.
Poesía son todos los tranvías que tienen destino a tu boca y no se estrellan.
Cada uno de los ríos que se desbordan cuando les tocas.
Es todo aquello que no se hace por miedo a perder lo inesperado.

Poesía son tus puntos cardinales sobre mi mapa.
Son tus besos queriendo a mi corazón abierto
descansando sobre tu espalda.
La rima asonante no sabe de ritmos porque no ha sentido
tus huellas dactilares bailar sobre la piel.

Poesía es mi felicidad desde hace un tiempo,
mi vía de escape y mi salida de incendios cuando el mundo arde.

No te imaginas las ganas que tengo de ser poesía y mirarte como tú lo haces, conmigo.





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