domingo, 6 de octubre de 2013

Lo relativo a la felicidad.

Ya he probado la experiencia de querer a alguien tan  deprisa
que nos da tiempo a todo menos a sentir, felicidad digo.

Sigo pensando que las prisas no son buenas compañeras
pero en este caso sí quiero tenerlas,
porque creo que no me voy a estampar a menos que sea de locura.
Intento ser feliz con tus caricias a destiempo, poco a poco,
aunque sea en un mar de dudas, en el que tal vez lleguemos a ahogarnos. No lo sé.
Que me encanta que nos hayamos convertido en kamikazes sin miedo
si se trata de agarrarnos en un mundo incomprendido lleno de injusticias.

Pero es lo que toca y no me arrepiento.
Dicen que la felicidad es un estado de ánimo
 en el que se segregan miles de hormonas,
si fuese así, ya no cabrían más besos
                                                       en mí.

Que mi felicidad está acurrucada en cada uno de sus latidos
 y baila al compás de cada una de sus miradas,
que se trata de querer dormir abrazada a su cuerpo
y despertarme por la mañana con el sabor de su piel.
Así que hacedme un favor, dejad de ser objetivos
por una vez y aprended a mirar desde lo más profundo,
sólo así sabréis de lo que hablo.

Ah, se me olvidaba, deciros que sus yemas
 marcaron un nuevo rumbo sobre mi cuerpo y... el mundo.
Fue entonces cuando decidí tirarme de cabeza a
buscar esas prisas que un día me quité de encima.
Así fue como saludé de nuevo a la felicidad.








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