domingo, 20 de octubre de 2013

El mundo es de los que sonríen, y de los valientes por supuesto.

Hace ya unos meses me choqué de frente
contra miles de sentimientos.
Esta vez era consciente de la  realidad,
tu realidad plagada de valentía.

Si te soy sincera, jamás llegaré a asimilar
algo que consiga alejarte de mí,
aunque sólo haya una remota posibilidad de que pase.
 Nunca se sabe lo que la vida te tiene guardado
cuando cruces la esquina de la tranquilidad.

Me enseñaste que no hay que tener miedo a vivir,
con todo y contra todo, porque los monstruos más feroces
 salieron hace ya tiempo de debajo de la cama
para adentrarse en tus venas.

Durante este camino, del que no sabemos ni el principio ni el final,
me vas a permitir que te robe la lección más importante
que quizás haya aprendido de ti: sonreír hasta deslumbrar al Sol,
o a la Luna (según preferencias).
 Acompañada también de la de disfrutar
cada momento que te ofrece el tiempo.

He de decirte que has sabido hacer todo esto de miedo
 y que no me gustan los verbos en pasado,
 así que sigue haciéndolo igual, valiente.

Me siguen fascinando tus ganas de seguir,
aquí, anclada al mundo, alzando el grito.
Por cierto, a mi pequeño y dañado mundo de subidas
 y caídas le harían falta unas cuantas dosis de tu morfina de felicidad,
supongo.

Termino con la  primera palabra que se me viene a la cabeza:  gracias.
Gracias por volver a nacer, por confiar de nuevo en ti,
como antes, aunque ya nunca vuelvas a ser la misma persona,
sino mejor.

Gracias por llorar a cara descubierta, a pecho abierto,
aunque yo quizás no te haya visto,
sé con total seguridad que el mundo está hecho para ti...
Ah, se me olvidaba, lo más importante,
GRACIAS por seguir a mi lado,
dándome el dedo meñique para que no me caiga,
como siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario