La mayoría de la gente quizás piense
que estoy loca por encontrar la paz
en mar abierto,
por ser calma en medio de una tormenta.
No soy una chica corriente,
o quizás sí, pero me gustan
los océanos a pecho abierto
el agua salada
y las calas como precipicio.
No veo en las olas un enemigo
que juega al despiste
veo unos brazos que solo quieren
a alguien que se quede quieto,
varado
en medio de la orilla.
Al fin y al cabo a nadie nos gusta
sentirnos insignificantes,
y todos necesitamos tener
algún sitio al que volver
cuando todo se desmorona.
Un jaque mate no es perder una partida de ajedrez
es no saber a quién mirar cuando te ahogas
no tener chaleco anti-destrozos
ni tampoco una soga
que atar para poder salir corriendo
y tener una señal para no estar perdido.
Llevo un ancla colgada del cuello
y no como símbolo de anclaje,
si no como el paso previo y necesario
a comenzar el vuelo.
Aunque sea raso.
La piel seca y no por la sal de mis heridas
que han aprendido a curarse solas
de la mano del tiempo.
Siempre me gustaron las pieles con vida,
marcas, cicatrices, cansadas y gastadas
de sentir.
Yo me he ahogado, literalmente
y se han tirado a por mí sin pensarlo
porque dicen que lo contrario de vivir
es no arriesgarse y yo no tengo miedo
a lo que puede matarte
porque al fin y al cabo esto solo es un juego.
Un juego de valientes.
No digo que lo sea porque los superhéroes
están hechos de otra piel y no llevan capa,
se mueven entre nosotros y tienen nombre y apellido
pero una vez me dijeron que si era la mejor versión
de mi misma y al menos, eso lo intento.
Aunque no siempre salga bien.
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