martes, 13 de mayo de 2014

La fragilidad de volver

Tus silencios retumban en mi cabeza
como un fuerte eco buscando su hueco
entre altas montañas.
Mi voz se deshace lentamente
en todos aquellos lugares
en los que inspiraba tu aire
y me limpiaba por dentro.
Quizás no lo sepas pero he inventado promesas
y mentido a conciencia para poder decirte
todo lo que no te dije por mi poco atrevimiento.

De oportunidades desaprovechadas
morimos todos y aún así nos quedamos
a contemplar la piedra que nos hace tropezar
y regresar al pasado constantemente
porque nos sentimos protegidos bajo su dureza.
Es justo ahí, en los tropiezos, donde perdemos de vista
la remota posibilidad de volver a querernos,
de nuevo.
De nuevas.

Solo somos dos fallos
en el momento incorrecto
de un camino empedrado de sentimientos.
La certeza de lo que fuimos
acecha cada madrugada
la duda de si volveremos a ser
y a abandonar los pretéritos.
Pedir amor es como un secuestro
sin rescate, está todo perdido
incluso antes de que pase.
Así que complícame la vida otra vez
que yo me dejo, porque entre tiempo y tiempo
te verso y no me pierdo.

Los corazones rotos están tan poco valorados
que no sabemos vivir con ausencias
bañadas en tristeza y sonreír al levantarnos.
Tenéis que entender que para cerrar olvidos
hay que besarse hasta llegar a los huesos
y rozar la flaqueza para no dejar espacio a las penas.

Tus delirios de regreso a mi vida sin llamadas previas
pueden ser una bonita tortura sin paréntesis ni puntos suspensivos
pero también una nueva forma de respirar, sola.
Todavía no sé lo que prefiero.
Estoy en modo de auxilio pero puedo resolverlo.
He roto la fragilidad de todo esto,
era un riesgo que aprendí a correr
a base de caídas en cada una de tus
                                                                  vueltas.

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