sábado, 26 de abril de 2014

Marchitarnos

En realidad no es la sal la culpable
de que escuezan las heridas,
sino las manos que la sostienen
y no dudan en derramarla con la excusa
de curarte cuando lo único que quieres
es respirar tan profundo que corras
el riesgo de consumirte.

Nos dolimos a quemarropa y no supe encontrar
la salida de incendios de tu apagada vida.
El amor es como una partida de ajedrez con piezas de cristal.
Ya he dejado de deshojar margaritas
en un intento de olvidarte
y no marchitarme como la flor
más bonita que renace en primavera
para verte pasar.
Un campo de margaritas es como un campo de minas
si los que pisan son tus pies.

Como dos canicas que se chocan
en medio de la arena y no se sienten,
así nos cruzamos continuamente.
No sabes venir a quererme de otra forma que no sea de huracán.
Y claro así se derrumba cualquiera.
Llegué hasta tu cima
tu más profunda cicatriz
para saltar al vacío que me vio morir
por no poder quedarme quieta pensando en ti.
Yo estoy perdida y sin salvavidas, sin tus abrazos.

Vamos a disparar con los ojos cerrados
a ver si conseguimos algo más que puro silencio.
La paz interior no sabe hablarme de lo que podríamos haber sido si hubiésemos querido.
Estar, aunque sea bailando con los daños
y no con tus manos también es un modo de supervivencia.
Sobreviví tantas veces que la valentía vive en mi cada segundo
que no está en ti.

Te he escrito un poema y me declaro incapaz
porque quiero susurrártelo
y ya no puedo.
Yo también lo siento.


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